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No obstante, es un dato interesante la proporcionalidad existente entre motivo-desgracia y capacidad de convocatoria del evento; es decir, mientras más dramático sea el motivo de la pollada, más gente aportará. Lo cual fue cierto durante los primeros años de auge de las polladas, pero que con el correr del tiempo y la evolución-adaptación de esta actividad, ha venido dando paso a una nivelación entre los motivos-desgracia y los motivos-positivos.
Además, el espíritu ocasional de la pollada de inicio murió, haciéndose cosas de todos los fines de semana y multiplicándose por doquier, llegando a coexistir en la misma cuadra, dos o tres polladas simultáneas.
Por otro lado, alrededor de las polladas se tejen una serie de prejuicios no sólo en cuanto a los lugares en los que se realiza este tipo de eventos, sino también relacionados con los organizadores y personas asistentes.
De esta manera, se tiene la idea que estos eventos sólo se realizan en los conos, tanto norte como sur, o en asentamientos humanos en donde la situación económica cada vez es más crítica. Así, los sectores sociales perfectos como escenario para las polladas son los sectores D y E. Sin embargo, no se toma en cuenta que con el pasar del tiempo, esta “costumbre” se ha arraigado también en la clase media limeña, pero toma el nombre de “chicken parties” o surgen como nuevas variantes, tal es el caso de las parrilladas.